Las personas somos capaces de entrar en nosotros mismos y meditar o reflexionar sobre aquello que somos y sobre nuestros deseos fundamentales. Pero también somos capaces de vivir fuera de nosotros mismos, en la superficialidad y la apariencia. Hay momentos en los que nos sobrevaloramos en exceso y otras en las que nos subestimamos enormemente. La razón del exceso o del déficit se debe, en su mayoría, a la falta de interioridad y de aceptación serena de lo que verdaderamente somos. Por falta de conocimiento interior nos traicionamos a nosotros mismos sucumbiendo al deseo de quedar bien con los demás. Herodes por querer «quedar bien» con los comensales manda a degollar a Juan y por congraciarse con el gobernador le envía a Jesús quien termina condenado a muerte. La falta de capacidad para meditar o reflexionar sobre nuestros deseos y acciones causa, a veces, el sufrimiento del inocente.
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