La misericordia nos hace santos, como nuestro Padre del cielo. La santidad no es sinónimo de cumplimiento de normas y leyes complejas, sino de vivir conforme al corazón de Dios. Muchas veces nos aferramos a las normas, leyes y tradiciones de manera neurótica, y olvidamos el verdadero sentido de la fe. Nuestro compromiso es con el amor, la bondad y la misericordia. Nada está por encima de ellos. Vivir con fe es actualizar en cada tiempo el amor de Dios derramado en nuestros corazones. La compasión que nace del corazón de Dios se vuelca sobre toda miseria humana.
«Misericordia quiero»
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